martes, 21 de octubre de 2008

Lombrices

Esta tarde cuando salí a caminar estaba haciendo un sol de castigo. El cielo estaba muy limpio, lo cual siempre es bonito. Además, el azul se veía claro, no lechoso, como suele pasar en los días de verano, cuando hace demasiado tiempo que la lluvia no despeja la atmósfera. El problema es el calor que eso suele conllevar. Y caminar se convierte más en una tortura que en el habitual placer que suele ser.

Mientras caminaba por la calle que lleva a mi casa, vi un par de lombrices retorciéndose en la acera, imagino, achicharradas por el concreto. Varias veces he presenciado el mismo suceso, y siempre me he preguntado si es que las lombrices tienen un sentido que las lleva a saber cuál es su hora y salen a la superficie a ver el sol por última vez, o si es que abajo hace mucho calor y quieren refrescarse pero caen donde no deben, o sencillamente son estúpidas y se acercan a lo que no les conviene. Podría ser esto último. A fin de cuentas una lombriz no es un ser demasiado complejo. Cuando estudiaba biología tuvimos que hacer una disección a una lombriz, y no resultó ser sino un largo tubo digestivo, unos nerviecillos y poca cosa más. Supongo que tampoco esperaba encontrar nada más adentro.

Seguramente alguien debe tener una explicación a este hecho. No es algo que me quite el sueño. Pero es curioso cómo los seres humanos, siendo un poquitín más evolucionados que estos animalitos, a veces tampoco podemos evitar acercarnos a eso que resplandece, pero que en el fondo nos hace daño.

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