lunes, 30 de marzo de 2009

Como una escalera de caracol en zigzag

Mucha gente escucha música sólo por la melodía. Está claro que este debe ser el principal aliciente. Si la música es mala, para qué oírla por más buenas que sean las letras. Sería mejor leer libros, poemas, recetas de cocina o cualquier otra cosa. Pero para mí, las letras son un añadido muy importante. Insisto, la música es lo principal, pero no quiero seguir oyendo letras poco imaginativas, sin sentimiento real, que hablen de bobadas cotidianas. Yo quiero ver las cosas de mi vida bajo otra luz, agrandadas o hechas insignificantes, pero no con la rutina del carente de talento y sentimiento. Hay un detalle curioso al respecto. Aunque me dedico a descubrir discos nuevos por placer, suelo volver a otros viejos, a recordar temas empolvados, a encontrarme con canciones olvidadas. Y es un hecho curioso el que algunas canciones acaben volviendo justo en el momento indicado. Tal vez sea el subconsciente el que las traiga a colación a medida que repasa eventos presentes y los relaciona con otros pasados. Tal vez sea una conspiración divina. O tal vez solo casualidad. Como con todos estos temas, suelo ser tan paranoico como escéptico. Creo y no creo, pero en últimas simplemente observo divertido.

He estado introspectivo las últimas semanas, bastante alejado de la realidad, muy ensimismado (¿enmimismado?). Eso me ha puesto algo huraño, porque las cosas que me sacan de ese extraño y lejano lugar, suelen parecerme nimias y poco merecedoras de mi atención, aunque no sea así en verdad, y acabo por ponerme algo irritable e intolerante. Es una sensación agradable por momentos, porque es como entrar a una biblioteca repleta de volúmenes por descubrir. Ves tus pensamientos pasar, y captas detalles suyos que no sueles agarrar normalmente. Por supuesto, la realidad pasa a un segundo plano, pero el torrente de ideas es imparable. El problema es que cualquier detalle te parece inicialmente importante, pero sólo es un chispazo, no necesariamente un germen de historia, sino tal vez una pincelada para retocar un personaje o una situación. Y como abundan esas ideas pequeñas, acabas por dejar pasar muchas, porque en verdad no puedes ponerle atención a todas. Y por supuesto el hecho de vivir en otra dimensión acaba por alejarte de todo, así que es mejor proponérselo y aterrizar a la fuerza, así sea sólo un rato.

Y luego está ese problema de la irritabilidad. Alguien me dijo alguna vez que "existía sin esfuerzo", un halago bastante original y que me gustó mucho. Pero el fin de semana, luego de verme en un arrebato de ira (suena peor de lo que fue) me dijo que ya no lo hacía. ¡Ups! Bueno, parece que soy humano después de todo...

Y es que en verdad sólo soy un tipo más, interesado en los mismos temas aburridos que todo el mundo: la naturaleza de la realidad, los sueños lúcidos y las musarañas. Ah, ¿que no son los de todo el mundo? Yo pensaba...

sábado, 7 de marzo de 2009

...

Si supuestamente tengo lo que quiero, ¿por qué hay un sabor amargo en mi boca?

miércoles, 4 de marzo de 2009

Creative juices begin to flow again

Algo te pica. Te incomoda. Necesitas sacártelo de tu sistema porque se siente correr por tus venas. Empiezas a juguetear con ello, a darle vueltas, a mirarlo por todos lados. Cada vez crece más hasta que tienes que convertirlo en algo tangible. Entonces enfocas toda tu atención en ello. Ya no existe nada más aparte de eso. Te obsesiona, incluso llegas a odiarlo por momentos. Te preguntas por qué diablos te metiste en eso. Te desgasta, te drena de energía y al final quedas exhausto. Quieres olvidarte de ello, pero igual no puedes. Si acaso bajas el ritmo, porque tienes que acabar de pulirlo después de haber creado algo medianamente coherente. Y continúas. Todo lo demás se te olvida. Esto es tu centro ahora. Luego lo terminas. Te preguntas si no es un poco absurdo meterse en problemas para resolverlos y creer que haces algo valioso. Pero parece que a la gente le gusta. Y para qué, a pesar de todo encuentras que eso define tu vida. Y que a pesar del sufrimiento y el encarte de embarcarte en una empresa descabellada... vale la pena.

Pero el dique queda seco. Parece que ya no tienes nada qué decir. Bajas a la tierra de nuevo y, aunque no lo sabes, estás recargando baterías. Por dentro el desorden empieza a acumularse de nuevo. Hasta que, otra vez, tomas notas, te abstraes en las nubes y la incomodidad empieza otra vez.

Y en esas estamos. Y por eso, luego de parecer Desaparecido en Combate, otra vez aquí estamos.