domingo, 30 de noviembre de 2008

Anoche soñé...

Uno de mis sueños recurrentes, uno de varios que aparecen con frecuencia, es quedarme encerrado en un centro comercial o un supermercado, y tenerlo a mi entera disposición. Supongo que los impulsos consumistas inconscientes son los que hacen surgir estas situaciones, porque en todo caso los centros comerciales no acostumbran tener lo que de verdad me gusta. Si acaso los supermercados, porque pueden tener comida muy apetitosa. Esto ya aparecía en una gran película como Dawn of the Dead, de George Romero, y se repetía más tarde en 28 Days Later, de Danny Boyle, donde los sobrevivientes a un ataque zombie encontraban refugio en un centro comercial y en un supermercado, respectivamente, y podían saciar sus ansias a voluntad.

Pero de esos sueños, el que más me gusta cuando aparece es el de encontrarme en una tienda de cómics, de esas que visitaba cuando era adolescente en Madrid, y que además de tebeos, tenían toda clase de chucherías. Así no sea un sueño en el que pueda llevarme gratis todo lo que quiera, es gratificante encontrarme en un sitio con tal cantidad de referencias nuevas para llevarme en mi mente, y así sea solo la sensación de haber conocido algo distinto, es mejor que la abulia de los centros comerciales.

Anoche soñé algo similar. Soñé que un tío me regalaba una librería de cómics, con cosas como Periquita, La Pequeña Lulú, Zipi y Zape, y cómics de Disney. Luego pasaban cosas raras, pero fue agradable tener en mis manos ejemplares extraños de obras que tal vez nunca pasen por mis manos. Y no es que me levantara con una sensación especial por ello, pero fue un sueño interesante y aún recuerdo esas ediciones especiales en los estantes.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Por la fácil...

A veces es demasiado fácil poner un video que reemplace un post, pero es que esta canción la tengo pegada desde anoche.



Ya escribiré algo coherente en estos días.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Precious Little Things

He llegado a la conclusión de que los regalos más significativos suelen ser los más "insignificantes". Es casi como regalar una metáfora. Para mí, los que más recuerdo son precisamente esos, no los grandilocuentes, los que valen mucho dinero. Unas postales de Spiderman, un pin de Megatron, una especie de Polly Pocket con Qui Gon Jinn peleando contra Darth Maul, unas navecitas de Star Wars, el Animalario del Profesor Revillod, una foto de un mensaje escrito con tiza sobre la acera... Son esos que te dan y sientes que conectaron contigo, que de verdad tocaron una parte de tí, que son lo que tú eres en el fondo.

Igualmente, prefiero dar una chocolatina Jet pequeña que una Snickers, dependiendo de la ocasión. Creo que puede decir más.



Like Dylan in the Movies, de Belle and Sebastian. Una de mis canciones favoritas... aunque podría decir eso de otro par de cientos. Ah, y sale Isobel Campbell...

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Music is my girlfriend

"La música es asombrosa. Ofrece un cierto confort metafísico en el que te permite estar aislado y solitario a la vez que te dice que no estás solo... Realmente, la única cura para la tristeza es compartirla con alguien más. Y por eso la música, las películas, los libros, son tan importantes. Sin el arte, sin la comunicación, no podríamos vivir más allá de los treinta, de lo tristes y deprimidos que estaríamos."

Wayne Coyne (The Flaming Lips)

(Tomado del libro Teen Spirit: De Viaje por el Pop Independiente)

jueves, 20 de noviembre de 2008

El Servicio Postal

Me gusta recibir correo. Cualquier cosa. Bueno, tampoco tanto, porque no me gustan esos catálogos todos play de los centros comerciales. Nunca encuentro nada ahí para mí. Pero hasta los folletos de los supermercados, sobre todo si vienen con recetas de cocina, me gustan.

Cuando era adolescente, me suscribía a cualquier clase de catálogo. Libros, música, películas... Había uno bastante peculiar, antes de la época de internet en su apogeo, que tenía un servicio al que llamabas y podías oír los discos antes de comprarlos por teléfono. Claro, había que pagar por ello, así que sólo llamé cuando ya nos cambiábamos de casa, y les dejé las cuentas a los nuevos inquilinos.

Pero lo que más me gusta, es recibir paquetes.

Me gusta mucho pedir libros por internet, a Amazon, por lo general. Primero, el catálogo es mucho más extenso que el de cualquier librería colombiana, al menos en los temas de mi interés. Y segundo, sale más barato pedir eso que tanto me gusta al exterior que comprarlo en Colombia, si es que por casualidad me encuentro con algo de ello. ¿Un libro de Neil gaiman y Dave McKean por 92.000 pesos hace cuatro años en una feria del libro? Yo lo compré por 7 dólares en Amazon, y me trajo un CD con el mismo cuento leído por el propio Gaiman.

Por lo general cuando esos paquetes me llegan, la espera se convierte en parte del ritual que disfruto. No abrirlos de una, sino saborear la sorpresa, aunque ya sé de entrada qué es lo que hay dentro. Luego no me avalanzo sobre el contenido, sino que miro las facturas, la publicidad... Y estallo las burbujitas protectoras que a veces vienen dentro. A veces la publicidad que ponen dentro de la caja es bastante interesante: recuerdo un par de separalibros con motivos de libros pulp, muy bonito. En los últimos paquetes sólo llegaron ofertas de ropa y una bolsa para enviar celulares viejos a las tropas americanas en Irak.

Hoy me llegaron un par de libros muy, muy bonitos. Y eso me tiene muy contento. Y además, un DVD con cómics y pelis que un amigo me envió. Así que como ven, por estas y otras razones, hoy es un buen día.

Y aunque no viene a cuento, aquí va una canción de Luna, un tema precioso, Lovedust, que no transmite sino felicidad y tiene una letra increíble, de su disco Romantica.

lunes, 17 de noviembre de 2008

El Imperio de los Helados

"Considerando que otros simplemente oyeron su trabajo, yo podría tocarlo también, saborearlo, olerlo, visualizarlo y haciendo esto estaba seguro que así daba testimonio del proceso por el que la totalidad de la Naturaleza había evolucionado de una célula sola a un bosque virulento, diverso."

El protagonista de El Imperio de los Helados, es un sinestésico, alguien que no limita la percepción del mundo a uno de los sentidos por estímulo, sino que los toma todos a la vez. Puede oler los colores, palpar los sonidos, saborear los tejidos... Y con tal habilidad, se dedica a componer música mientras su realidad se hace algo más compleja de lo que inicialmente creía. Y en este párrafo nos cuenta cómo encuentra placer en la música de Bach, a la cual accede más que con sus oídos, como hacemos el resto de mortales.

Jeffrey Ford ganó el premio Nebula en el 2004 con este cuento, una bellísima pieza que nos sumerge en un festín de sensaciones a través de las palabras, embriagándonos con una prosa que genera un torrente de imágenes poéticas a las que sólo podemos tener acceso mediante el arte, a menos que poseamos la misma condición del protagonista. La historia es bella en sí, contada en primera persona con la nostalgia de quien rememora una infancia plagada de magia, pero las descripciones que no logramos entender con la mente, más sí con algo que no sabemos donde situar, son las que convierten el relato en algo delicioso, con el encanto de un Ray Bradbury y la pericia de la palabra de una Angela Carter. Si añadimos que es bastante inteligente y sabe darle la merecida vuelta de tuerca, no podemos sino acordar con que nos encontramos ante una pequeña obra maestra. No puedo juzgarlo desde sus atributos técnicos, puesto que no soy crítico literario, pero sí me dejo guiar por mi instinto, por lo que me complace más allá de un disfrute superficial. Y en ese sentido, El Imperio de los Helados es uno de los mejores relatos que he leído.

Para encontrarlo, en una traducción no muy acertada, pero que al menos nos permite apreciar algunas de sus virtudes, bájense éste archivo con una recopilación de Premios Nebula a los mejores cuentos.

Algunos Premios Nebula a Mejor Cuento

Batalla Perdida

Cada vez que termino de ver una película pienso: "Me queda una menos para verme todas las películas que existen"

Sé que nunca lo lograré, tal vez ni siquiera logre verme todas las que tengo en mi casa, pero igual me gusta pensar en ello.

domingo, 16 de noviembre de 2008

We played with our hearts until they were useless toys and forgot them in the attic

Decía Einstein que el tiempo es relativo: tres horas con la persona que amas parecen tres segundos, mientras tres segundos sentado en una estufa ardiendo parecen tres horas.

Title and Registration, de Death Cab for Cutie, propone una bonita imagen sobre el recuerdo: la guantera, que al abrirla te trae a la memoria recuerdos en forma de souvenirs de otros tiempos.

Dos frases aparentemente inconexas que hoy cobraron sentido para mí, cuando fui consciente del paso del tiempo y de la desaparición de ciertos sentimientos. Un par de meses, un par de semanas, no importa, la cifra exacta de días que han pasado, siempre se tiene una percepción diferente a la real. ¿Tanto tiempo ha pasado desde entonces? ¿Tan poco? Dependiendo de las situaciones, no puedes sino quedarte maravillado ante la poca relación que existe entre un momento significativo y el tiempo que ha durado o ha pasado desde entonces.

A veces esos recuerdos parecen fotografías ajadas de quién eras en ese momento, dejándote con una sensación de inconexión con la realidad. ¿Ese era yo? ¿Yo sentía eso? Incluso pareciera que esos eventos pertenecieran a la ficción y no a tu vida real. Y te das cuenta de cómo has cambiado, de cómo el tiempo ha transcurrido sin que te hubieras percatado de ello. No eres el mismo de antes, aunque creas que sí. Es como cuando ves a tus primitos todos los días, y no notas cómo crecen, pero luego dejas de verlos una temporada, y al reencontrarte con ellos, te asombras de cuan crecidos están. Así pasa con uno. Al recordar algo valioso de un pasado que incluso no tiene que ser tan remoto, que puede ser de algo tan cercano como, no sé, un par de semanas, a veces piensas, "He cambiado, no soy el mismo", y los recuerdos se ven con distancia, apartados de ti. No se puede evitar sentir nostalgia por un ayer que parecía más bonito y del que hoy no quedan sino trazas. No sólo tú no eres el mismo. Los demás tampoco lo son, y tal vez lo que significaban para ti tampoco sea lo mismo, lo que no deja de doler un poco.

A Fish with a Smile



Tomando como inspiración un cuento del taiwanés Jimmy Liao, el mismo autor de El Sonido de los Colores o Desencuentros, Poliang Lin y C. Jay Shih han creado esta pequeña y hermosa pieza animada que se llevó el premio especial de corto de animación en el Festival Internacional de Cine de Berlín de 2006.

Hay unos subtítulos en otro idioma, que imagino dan mayor dimensión a la obra, pero así, sin palabras, es igualmente poético.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Fantasía



La peli: The Diary of Tortov Roddle, part 3, Little Town's Movie Gathering

A propósito de ello: Menta y Agua - La Buena Vida

solíamos hablar
contaba cosas tan bonitas
del mago de color
que huyó en un oso polar

un sueño de espuma
que nieva en su alma
el viento y la noche
que lloran y cantan
que cantan y lloran
y lloran y cantan hoy

habrá vivido más de cien años
el viejo estanque de oro y lluvia
pensando a ver si el sol
tal vez quisiera nadar

quiero que me cuentes más
quiero oirte una vez más
quiero que me asustes
y quiero que me busques paz

quiero que me cuentes...

Beach House





Buena conversación nerd sobre música a medianoche...

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El camino de ladrillo amarillo

Algo que me encanta hacer es caminar. Recorrer calles y calles, de un lado a otro, conociendo lugares nuevos o rememorando eventos pasados. En esta ciudad no hay muchos espacios donde se pueda hacer eso, así que no puedo descubrir lugares desconocidos con la frecuencia que desearía, y entonces me toca recorrer los mismos sitios. Pero aún así, es algo que trato de hacer con la mayor frecuencia posible. Caminar me despeja la mente, me hace pensar en cosas inusuales y me distrae. Y si estoy con buena compañía, mejor que mejor.

En estos días me di cuenta de algo que hacía inconscientemente mientras caminaba por ciertas calles. Las aceras que desde hace un tiempo se están construyendo en la ciudad llevan una hilera de bloques con una textura diferente: unas rayitas que según tengo entendido son para los ciegos, que de esta manera pueden sentir con los bastones por dónde deben seguir. Así, cuando llegan a un cruce, hay unos bloques que lo indican, para no irse de bruces contra un carro en movimiento. Para uno esto puede pasar desapercibido, pero imagino que para ellos es mucho más significativo. Estos bloques de rayitas son de color amarillo en algunos sitios. No imagino para qué, ya que ellos no pueden verlos. La cuestión es que me descubrí caminando por esos caminos, siguiéndolos por donde iban, aunque a veces tuvieran curvas que no hubiera necesidad de seguir. No es una de esas actitudes neuróticas de no pisar las ranuras de las baldosas, sino algo que hace mimente por su propia cuenta, y para lo que no hallo explicación. Simplemente me encuentro siguiendo ese camino, como cuando un niño juega a hacer equilibrio en los bordes de ciertos jardines, cosa que también me he descubierto haciendo a veces.

Al caminar por uno de esos senderos, me di cuenta de lo que estaba haciendo: estaba recorriendo el camino de ladrillo amarillo. Aún no he llegado a Oz, pero quién sabe, puede que algún día lo haga.

martes, 11 de noviembre de 2008

Una cuestión importante

Hoy cuando venía en el taxi de regreso a casa, al detenernos en un semáforo, me di cuenta de que sobre el separador de dos carriles en una avenida, una hormiga corría a toda velocidad. Me pregunté si se habría pasado toda su vida en ese separador, sin conocer nada más que unos cuantos árboles en un centenar de metros, o si por casualidad alguna vez habría cruzado la calle para ver qué más hay allá. Sería como Colón descubriendo un nuevo continente, dándose cuenta de que también hay jardines y edificios y paradas de buses y obras en construcción. Lo que me llevó a otra pregunta: ¿podría una hormiga cruzar una avenida plagada de carros sin ser atropellada en el camino?

Acabo de obtener una respuesta que no involucra el azar: sí, de noche.

lunes, 10 de noviembre de 2008

¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?

¿Cómo una canción tan bonita puede tener una letra tan cruel? Pues así es. Un cover de La Buena Vida a la canción de Alaska y Dinarama, que ya era buena, pero que aquí se convierte en una pieza magistral, delicada y preciosa en su sencillez, a pesar de contar una historia bastante tétrica

Ella lo vio salir de allí
ahora sabía la verdad
y se decidió

Loca de celos le siguió
tras apuntar la dirección
resistiéndose a llorar

¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?
yo que te hubiese querido hasta el fin
sé que te arrepentirás

La calle desierta, la noche ideal
un coche sin luces no pudo esquivar
un golpe certero
y todo terminó entre ellos de repente

Ella no quiso ni mirar
nunca daría marcha atrás
una y no más santo Tomás

¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?
yo que te hubiese querido hasta el fin
sé que te arrepentirás

La calle desierta, la noche ideal
un coche sin luces no pudo esquivar
un golpe certero
y todo terminó entre ellos de repente

No me arrepiento
volvería a hacerlo
son los celos
No me arrepiento
volvería a hacerlo
son los celos… No…

After the cold wakes me up...

Four in the morning and I've got that feeling
Clock's ticking but my heart's not beating

En sueños sonaba Trouble, de Cat Stevens. Y tengo que reconocer que tengo algo de miedo.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Ensoñación

Cuando era pequeño me gustaba dormirme imaginando que caía de un avión, sintiendo el aire contra mi cuerpo mientras atravesaba las nubes. En vez de vértigo, tenía una sensación de libertad única que me encantaba, y que me ayudaba a quedarme dormido con gran placidez. Esa capacidad la mantuve durante muchos años: imaginar algo tan vívidamente que el cuerpo se convencía de que era cierto. No era simplemente cerrar los ojos y proyectar la película, sino engañar al resto del cuerpo para que sintiera algo que, en apariencia, no estaba ocurriendo.

Con el paso de los años la diversión tomó matices "suicidas". Me gustaba imaginar que me lanzaba de un edificio, cayendo al vacío y deteniéndome en el momento justo antes de golpear el suelo, observando lo que había ante mi rostro, apenas unos centímetros delante. Era sentir la emoción de una montaña rusa, el miedo de estamparse contra el pavimento, convencerme de que era cierto y que estaba cayendo en serio, con el peligro que ello conllevaba. Ya no era sólo disfrutar la caída, sino observar el suelo acercarse a mí, y antes del momento fatal, poner pausa. Créanme, era una sensación bastante emocionante.

Por alguna razón, algo pasó en mi mente. Hace unos años me deprimí durante unos meses, y creo que eso perturbó ciertos mecanismos internos de mi cerebro. Nada grave, pero sí alteró comportamientos que antes daba por aprendidos. Dormir, por ejemplo. Me volví insomne y parecía que ya no sabía cómo caer en brazos de Morfeo. Cerraba los ojos pero nada pasaba. "¿Qué más hay que hacer?", me decía a mí mismo. Los sueños ya no eran excursiones al otro lado, sino repeticiones de eventos cotidianos, vueltos a vivir hasta la saciedad en un bucle maldito del que no podía salir. Eso si conseguía recordarlos, porque si antes sabía cómo rememorar los sueños de la noche anterior, de repente pareció como si ya no soñara nada, cosa que nunca es cierta. Todos soñamos, otra cosa es que no recordemos lo que pasa mientras dormimos. Y junto a los sueños, otra víctima de ello fue la capacidad de imaginar como antes.

Hace apenas un par de días, sin quererlo, volví a encontrarme volando entre la vigilia y el sueño, cabalgando entre la realidad y la imaginación, en ese punto en el que eres consciente pero no estás forzando lo que pasa por tu mente, y aún así puedes manipularlo. Volé otra vez, sentí la misma emoción olvidada, pude crear el mundo que veía, en lugar de ser un simple espectador sin poder sobre lo que se me muestra, y aún así no se quebró en mil pedazos la corriente de imágenes con un sobresalto por haberlo conseguido. Estaba dentro sin dejarme llevar del todo, siendo el dueño de todo lo que allí ocurría, sin por ello forzarlo. Y me sentí otra vez como cuando niño, libre, capaz de hacer cualquier cosa allá dentro. Más de una idea pude robarme de ese lugar, más de un paisaje que nunca había visto pude visitar... Y lo mejor es que desde entonces he podido volver ese sitio de nuevo, a voluntad, con sólo cerrar los ojos, mientras estoy acostado en mi cama.

Y aunque esto suene a ficción, es tan real como los sueños que cada noche he vuelto a tener.

The Stone Roses - Made of Stone

viernes, 7 de noviembre de 2008

Sentir el vacío

Ayer en la mañana desperté contento. No tenía una razón particular para ello. Simplemente al salir de casa, me sentía bien, no demasiado eufórico, no demasiado... No. Simplemente en un perfecto punto medio de felicidad que es complicado de describir, pero que te hace pensar que si mantuvieras ese estado el resto de tu vida, todo estaría bien. Obviamente en la vida real, te aburrirías de la monotonía, pero lo placentero te hace desear cosas de esas, aunque la gracia siempre esté en alternar repetición y contraste.

En la calle, tomé el metro para ir a la universidad y puse en mi reproductor de mp3 un recopilatorio de los Stone Roses. La primera vez que los oí fue en España, a principios de los noventa, cuando salió el Second Coming y el single que sonaba en la radio era Love Spreads. La época del britpop de Suede y Elastica, tanta cosa que me dejó una huella profunda que todavía hoy se puede apreciar. Desde entonces me han gustado, aunque he preferido sus canciones más rockeras a las demás: Love Spreads, Tears, Breaking into Heaven... Pero hoy, mientras iba mirando por la ventana del vagón, sonaba en los audífonos Ten Storey Love Song, y no sólo sentí que la canción era perfecta, sino que el momento también lo era. Uno de esos en los que la vida tiene banda sonora. Para que eso ocurra no basta con ponerse los audífonos y salir a caminar. Tiene que encajar la música, el momento, lo que ves, lo que sientes... Y entonces sí te sientes como viviendo una película por un instante. Uno de esos montajes de planos bonitos con música bonita, que no tienen mayor contenido que el de las sensaciones que despiertan en tu interior. Nada de pensamientos, sino la pureza de vivir el momento sin obstrucciones. Supongo que a algo parecido se refería William Blake cuando dijo que si se limpiaran las puertas de la percepción todo aparecería como es realmente: infinito.

La música se sentía realmente bien, y la vida también lo hacía, a pesar de cualquier cosa que tenga en la cabeza por estos días.

Unos pájaros volaban por entre los edificios. Nada que no se vea cualquier otro día. Pero en ese momento era algo especial.

Era uno de esos instantes en los que, por una vez y a pesar de todo, la vida parecía encajar en su sitio.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Más Andrew Bird... Imitosis



Es que es buena música... Vale la pena repetirse... Lástima que no haya video para Scythian Empire.

Night Lights


MixwitMixwit make a mixtapeMixwit mixtapes

Andrew Bird - Lull

martes, 4 de noviembre de 2008

Sincronicidad

Es curioso cómo a veces ocurren cosas de la manera más inesperada, como si encajaran en alguna clase de conspiración cósmica. Tal vez sean simples coincidencias, que unidas a una mente fantasiosa, dan como resultado una supuesta historia detrás de un día común y corriente. O tal vez no. Tal vez sí hay alguna clase de señal extraña detrás de todo esto, esperando a ser descifrada. Suena muy Matrix, pero no es tal cosa. No pienso en realidades virtuales, sino en que tal vez todo podría tener un sentido. Un suceso seguido de una película que relacionas con ese evento, y algunas piezas más que parecen encontrar eco unas en otras. Tal vez sólo es la manera en que el cerebro funciona, encontrando asociaciones inesperadas. No soy experto en psicoanálisis, para nada, pero sí me fascina ese concepto jungiano de la sincronicidad. Esos instantes en los que estás "sincrónico" con el resto de la existencia, y por un momento lo notas a través de casualidades o sucesos como de los que hablo.

O tal vez nada pase y sólo sea uno, que está paranoico y con ganas de creer que todo tiene un sentido y pasa por una razón, cuando en realidad detrás no hay nada. ¿Pero no es mejor creer en algo así que perder la esperanza? Al menos es más divertido imaginar historias en la cabeza, ¿no?

Ya sé que no dije nada, pero es que no hay nada qué decir. Sólo era un diálogo que tenía en mi cabeza después de ver una peli de Richard Linklater. Y no, no es A Scanner Darkly, ni Waking Life.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Ministry - Just One Fix



Amanecí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago.