jueves, 30 de octubre de 2008

Recuerdos en los bolsillos

Esta mañana cuando me vestía, encontré una servilleta usada en uno de los bolsillos del pantalón. Lo primero que hice fue echar cabeza a ver de dónde era, y recordé que fue de la semana pasada, justo hace siete días, cuando fui con una amiga a comer algo luego de comprar ropa. Ella pidió un pie de manzana, y yo un cheesecake de mora. Lo recuerdo bien porque ese día empezaba mi resfriado, y estaba un poco mocoso, así que tuve que usar la servilleta para evitar que esa molesta gotita que se resguardaba en mi nariz, se escurriera. Eso me lleva también a los días en los que vivía en España, cuando el invierno comenzaba a hacerse sentir, e inevitablemente, uno tras otro en el salón del colegio, íbamos cayendo víctimas de los mocos y los estornudos. Y si te pillaba un día en el que no habías llevado kleenex en la mochila, la cosa iba mal, porque sólo tenías tus manos para secarte.

Otras veces encuentro entradas de cine en las chaquetas, incluso con meses de separación entre el evento y el presente. Eso me hace un poco consciente del paso del tiempo, de lo extraño que es todo a veces, porque normalmente estamos tan metidos en los quehaceres diarios, que se nos pasa la vida sin darnos cuenta. Y eso sirve de recordatorio para poner algo más de atención.

Me gusta encontrar cosas en los bolsillos de la ropa. Me hace recordar cuándo fue la última vez que me puse eso mismo. Es como volver un poquito material un recuerdo que normalmente es intangible. Y eso hace que se vuelva un poco más especial. Ya no es uno más entre todos los pensamientos, sino que, por algún motivo, ha vuelto, más fuerte.

No es que sea un gran acontecimiento, pero sí alegra un poco el día.

lunes, 27 de octubre de 2008

Una tarde lluviosa

Ayer caminaba por un barrio del centro que hacía muchos años no visitaba. Justo pasaba por una clínica, esa clínica en la que mi hermanita nació y por la que no pasaba, tal vez no desde ese día, pero sí desde hacía muchos, muchos años. Y en una esquina, una mujer lloraba angustiadamente, mientras un tipo que bebía cerveza no sabía bien cómo reconfortarla. Esas cosas suelen hacerme sentir extraño, porque para que uno llore en la calle, a la vista de todos, es porque algo realmente malo debe pasarle. Esos momentos de vulnerabilidad suelen ser privados, se suelen ocultar, aunque sea bajo un par de gafas oscuras. Pero cuando el cuerpo no aguanta más y se deja desmoronar, es porque algo malo pasó.

La gente que llora en la calle, especialmente la que parece aguantarlo bien, pero no puede evitar tener los ojos aguados y que se le resbalen algunas lágrimas tan solitarias como ellas, siempre me ha recordado al personaje de Nadia, en Wonderland, de Michael Winterbottom, justo cuando llora en el bus, por esa soledad que no siempre se sobrelleva tan bien...

Banda Sonora: Molly, de Michael Nyman, justo para la misma peli de la que antes hablaba.

domingo, 26 de octubre de 2008

Música para una tarde en casa


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Conversando con una chica que me hace reír mucho...

Ella: ¿Y qué vas a hacer esta tarde?
Yo: No pues... Tengo varias tareas pendientes. Pero estoy abierto a sugerencias...
Ella: Ah, pero es que tú sabes mi horario.

Y acto seguido me empieza a detallar cómo estará ocupada todo el día.

¿Ah?

sábado, 25 de octubre de 2008

Morning Sickness

A veces el cuerpo se rebela. Son días en los que uno se da cuenta de que el cuerpo va por un lado, que uno no es el cuerpo, porque si lo fuera, si la consciencia gobernara de verdad, no habría esa discordancia. El cuerpo tiene su propia autonomía. No es que se levante sólo y se vaya caminando, y uno no pueda hacer nada, pero sí ha tomado sus propias decisiones en lo concerniente a determinados asuntos.

Por ejemplo, el asma. Soy asmático desde que nací. Mi infancia está llena de recuerdos de noches en vela, en brazos de mis padres, con esa indescriptible agonía de la falta de aire, con los hombros casi en las orejas, y el pecho expandido a más no poder, tratando de capturar lo que más podía de aire. Jarabes de todos los colores y sabores, que debía tomar para mejorar. Años más tarde, inhaladores que proveían una mejora mucho más rápida. Afortunadamente no tuve que pasar por la adrenalina, como mi papá sí tuvo que hacerlo, la única manera de atajar una crisis en sus días de infante. Si el salbutamol me molesta con su leve taquicardia, no imagino qué hubiera sido con un chute de adrenalina, y esa sí pura.

El asma desapareció durante muchos años. De hecho solía decir "Yo era asmático". Últimamente no más. Ha vuelto. Y está persistente. Toso continuamente, no puedo hablar con tanta fluidez porque cada frase viene puntuada por un par de toses. Llevo algo así como un mes usando los inhaladores, y la verdad, sí, mejoro. Pero no siento que sea una mejoría real, duradera. Y me asusta, porque no quiero que en un futuro se complique. Esta ciudad me asfixia de muchas maneras, pero una de ellas es la más obvia: el maldito humo de todos los carros y buses. Seguro que algo tendrá que ver en el renacer de ese karma. Y mi abuelo padeció de enfisema, aunque él fue fumador. Y mi papá heredó la misma maldición de la falta de aire. Y yo me resisto a seguir ese mismo destino. Pero, ¿tiene sentido negar la genética? ¿No es como querer negar la gravedad?

Sé que soy algo hipocondríaco, que a veces temo lo peor cuando siento algunos síntomas y busco en internet qué podrá ser lo que me aqueja. Por estos días ando un poco preocupado al respecto. No me siento bien, y me da miedo seguir así. Y no puedo si no, a veces, pensar en lo terrible que podría ser convertirse en el poco afortunado ganador de una de esas loterías infernales que puede ser una enfermedad degenerativa. Algo como el Parkinson, o el Alzheimer. Sobre todo las cosas que son relativas a la mente me asustan de manera especial: no poder controlar el cuerpo, o que la mente se pierda en las brumas de quién sabe qué dimensión... No poder ser quien eres, como en los horribles cuentos de Lovecraft... ¿Entonces quién serías?

Supongo que mañana cuando me levante debería pensar en otras cosas y tratar de no ocupar mi mente con cosas tan trágicas. Espero que esto sirva para desechar esos pensamientos de mi cabeza. Hay cosas mucho mejores en qué pensar.

miércoles, 22 de octubre de 2008

The KLF - Chill Out

El ambient suele ser un género bastante sospechoso. Reconozco que no soy el más experto en el campo, pero de lo poco que he podido apreciar, he encontrado cosas espléndidas y muchas otras bastante insulsas. En un extremo tenemos a Brian Eno y sus experimentaciones (Music for Airports es magnífica, así como On Land; los otros ya van poniéndose marcianos, pero les sobra calidad), y en otro tenemos lo que ya linda con la New Age, o sea, teclados sostenidos y aburridos, pero que en serio sirven para quedarse dormido, lo que no es tan malo.

Este disco lo encontré buscando cosas de KLF, teniendo en mi cabeza el estribillo "KLF's gonna rock you". No sé si serán los mismos KLF, pero cuando encontré que este disco no tenía nada que ver con esa música movida que recordaba, en un principio lo dejé de lado. Ahora, con paciencia, lo retomé, y vaya grata sorpresa que me llevé. Chill Out no tiene nada que ver con aburridas músicas de lounge. Chill Out es un disco ambient que mezcla sonidos ambientales, sintetizadores, sampleos de emisoras (Elvis, predicadores religiosos y más pasan por allí), guitarras lentas y mucho más que sé que captaré con cada escucha.

Es un disco perfecto para trabajar, para escribir. Está ahí contigo, pero no te roba la atención, te sumerge en una atmósfera, te centra... Y a la vez, si lo dejas, te puede sugerir imágenes. El disco es una especie de recorrido nocturno por las carreteras entre Texas y Louisiana, y las influencias americanas se dejan escuchar, pero no ahogan el disco. De hecho hay cantos rusos, entre otros elementos, que convierten la música en un verdadero viaje. Tanto por la mente como por el asfalto. Es imposible no encontrarse dentro de un carro en la noche viendo paisajes desconocidos al oír el disco.

Un excelente descubrimiento para oír muchas veces y que se aleja de familiares hippies nueva era para encontrarse más cerca de la electrónica psicodélica, pero sin descuidar una voz propia muy de agradecer. Qué gran disco.

The Knife - Heartbeats

martes, 21 de octubre de 2008

Carnet de Voyage

Hace unos meses un amigo me prestó un libro muy bonito, de Craig Thompson, llamado como éste mismo post. Esto viene a traducir algo así como cuaderno de viaje, pero la verdad es que el nombre en francés suena mucho más bonito. No creo que uno pudiera clasificar el libro como una novela gráfica, puesto que es un diario de viaje, que aunque en lugar de estar escrito está dibujado, no tiene como meta contar una historia. Pero por otro lado, sí acaba contándola: la de la vida de su autor en un viaje de investigación para su siguiente obra. A partir de sucesos aparentemente inconexos, acabamos por descubrir facetas de su protagonista, sumamente humano, lleno de dudas y miedos a pesar de ser un gran artista, cosa que uno acaba por agradecer: si los buenos se asustan y dudan de ellos, pues uno también tiene derecho, ¿no?

Después de leerlo pensé en hacer algo similar. Obviamente no sé dibujar (ando en problemas con una amiga que me encomendó dibujar unas cosas, sólo por diversión, y no soy capaz de hacer nada: me quedé paralizado), pero sí puedo garabatear palabrejas en la libreta que suelo llevar conmigo. Hace rato que no viajo, así que se me ocurrió que una buena idea sería llevar un carnet de voyage de mis días normales: ver por dónde paso con ojos de quién apenas lo recorre por primera vez.

Así que ya ven: una nueva idea para llenar este espacio.

Lombrices

Esta tarde cuando salí a caminar estaba haciendo un sol de castigo. El cielo estaba muy limpio, lo cual siempre es bonito. Además, el azul se veía claro, no lechoso, como suele pasar en los días de verano, cuando hace demasiado tiempo que la lluvia no despeja la atmósfera. El problema es el calor que eso suele conllevar. Y caminar se convierte más en una tortura que en el habitual placer que suele ser.

Mientras caminaba por la calle que lleva a mi casa, vi un par de lombrices retorciéndose en la acera, imagino, achicharradas por el concreto. Varias veces he presenciado el mismo suceso, y siempre me he preguntado si es que las lombrices tienen un sentido que las lleva a saber cuál es su hora y salen a la superficie a ver el sol por última vez, o si es que abajo hace mucho calor y quieren refrescarse pero caen donde no deben, o sencillamente son estúpidas y se acercan a lo que no les conviene. Podría ser esto último. A fin de cuentas una lombriz no es un ser demasiado complejo. Cuando estudiaba biología tuvimos que hacer una disección a una lombriz, y no resultó ser sino un largo tubo digestivo, unos nerviecillos y poca cosa más. Supongo que tampoco esperaba encontrar nada más adentro.

Seguramente alguien debe tener una explicación a este hecho. No es algo que me quite el sueño. Pero es curioso cómo los seres humanos, siendo un poquitín más evolucionados que estos animalitos, a veces tampoco podemos evitar acercarnos a eso que resplandece, pero que en el fondo nos hace daño.

lunes, 20 de octubre de 2008

Todo tiene un inicio... supuestamente

¿Por qué escribe uno un blog personal? ¿Por qué expone esbozos de su vida al público? Será quizá un afán medio exhibicionista, o acaso tener la sensación de que, tal vez, alguien te lee y te entiende, así sea sin uno saberlo. Porque si algo me ha dejado de lección la vida es que cuando uno tiene algo en la cabeza y lo cuenta, lo que lo ayuda no es lo que el otro te dice, sino el hecho de ponerlo sobre la mesa y desenredar la maraña que hay dentro de tí. A veces no necesariamente hay un problema, pero sí hay una pequeña piedra en el zapato y se siente bien sacarla de ahí, en lugar de caminar todo el día con ella.

Supongo que esto viene a ser algo así como un scrapbook digital: una recolección de cosas sueltas que pasan por mi vida, buenas y malas, pero que al fin y al cabo forman parte de lo que soy, y que acaban por moldearme. Ya tuve una vez un diario así, y acabé por borrarlo. No sé si este sobreviva. Lo cierto es que tengo ganas de iniciar uno, una vez más, pero llenarlo de detalles, garabatos, fotos, música y toda clase de cosas. No sé si alguien lo lea, pero ahí estará.

Así que, así comenzamos...