viernes, 7 de noviembre de 2008

Sentir el vacío

Ayer en la mañana desperté contento. No tenía una razón particular para ello. Simplemente al salir de casa, me sentía bien, no demasiado eufórico, no demasiado... No. Simplemente en un perfecto punto medio de felicidad que es complicado de describir, pero que te hace pensar que si mantuvieras ese estado el resto de tu vida, todo estaría bien. Obviamente en la vida real, te aburrirías de la monotonía, pero lo placentero te hace desear cosas de esas, aunque la gracia siempre esté en alternar repetición y contraste.

En la calle, tomé el metro para ir a la universidad y puse en mi reproductor de mp3 un recopilatorio de los Stone Roses. La primera vez que los oí fue en España, a principios de los noventa, cuando salió el Second Coming y el single que sonaba en la radio era Love Spreads. La época del britpop de Suede y Elastica, tanta cosa que me dejó una huella profunda que todavía hoy se puede apreciar. Desde entonces me han gustado, aunque he preferido sus canciones más rockeras a las demás: Love Spreads, Tears, Breaking into Heaven... Pero hoy, mientras iba mirando por la ventana del vagón, sonaba en los audífonos Ten Storey Love Song, y no sólo sentí que la canción era perfecta, sino que el momento también lo era. Uno de esos en los que la vida tiene banda sonora. Para que eso ocurra no basta con ponerse los audífonos y salir a caminar. Tiene que encajar la música, el momento, lo que ves, lo que sientes... Y entonces sí te sientes como viviendo una película por un instante. Uno de esos montajes de planos bonitos con música bonita, que no tienen mayor contenido que el de las sensaciones que despiertan en tu interior. Nada de pensamientos, sino la pureza de vivir el momento sin obstrucciones. Supongo que a algo parecido se refería William Blake cuando dijo que si se limpiaran las puertas de la percepción todo aparecería como es realmente: infinito.

La música se sentía realmente bien, y la vida también lo hacía, a pesar de cualquier cosa que tenga en la cabeza por estos días.

Unos pájaros volaban por entre los edificios. Nada que no se vea cualquier otro día. Pero en ese momento era algo especial.

Era uno de esos instantes en los que, por una vez y a pesar de todo, la vida parecía encajar en su sitio.

2 comentarios:

Mariana dijo...

Que bueno dar por acá. no sabía en cuál de las entradas comentar, tampoco sé qué comentar y el color azul está muy bonito, hasta me da envidia.

Dr. Calamar dijo...

Chica... qué extraño encontrarte por este sitio, que no se lo he mostrado casi a nadie. Qué bueno que te guste un blog personal que no creo que le interese a mucha gente. Y bien que por fin pudimos conversar en persona.

Ah, y qué bueno que te gustara el guión. Me alegró la tarde saberlo.