
Música experimental, con toques bailongos, psicodélicos y guitarreros, Ratatat compone un disco sumamente interesante, que intriga al oyente sin por ello abandonarlo en un marasmo de incomprensibilidad. Equilibrado en ese sentido, es además un disco bastante divertido.

¿A qué suena este disco? Simple y llanamente, a Stereolab. No hay un cambio de sonido radical, aunque eso no significa más de lo mismo. ¿Podría decirse eso de un grupo que ha hecho del collage sonoro y la experimentación su lema? Abstracción sonora dentro de cánones pop, Chemical Chords demuestra que el easy listening también puede ser desafiante. O tal vez al contrario.

El disco debut de esta sueca se enmarca dentro del pop escandinavo, pero a diferencia de otros grupos del mismo género, Lykke Li sabe sortear las trampas de un pop acaramelado, e introduce temas con garra suficiente como para querer bailarlos, algo de oscuridad y mucha variedad que hace la escucha algo más que una experiencia narcótica. No, aquí hay un poco de todo, sin que por ello se noten las costuras.

A medio camino entre el shoegaze y el dreampop, sin llegar al exceso de ruido ni de ternura, el último disco de M83 bebe influencias de los ochenta, sin convertirse en un pastiche revival-ista. Invocando a los personajes de las películas de John Hughes, pero atrapados en un verdadero y no tan cinematográfico teen angst (sólo hay que ver la portada para pensar en un The Breakfast Club pasado por el tamiz Donnie Darko), las canciones son etéreas, optimistas dentro de la pesadez de la adolescencia, oscuras y ante todo, preciosas.

Dolor, redención, parajes bíblicos, oscuridad y rocanrol del mejor es lo que nos ofrece Nick Cave en este disco denso y suntuoso, de guitarras y órganos, botas vaqueras y polvoriento hasta la conciencia. ¿Hace falta decir más?
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